Espera mientras cae la tarde
que se limpie
el aire viciado de las horas
y que pase
lenta
la cicatriz
que te dejaron en la piel.
Merece la pena intentarlo:
respirar hondo
por una vez
dejarte mecer por la noche que viene
y trae
el eco sordo
de unas manos limpias
que te dejen una huella
de miel
sobre el lunar de la pierna
y una sonrisa
que no escape al amanecer
en desbandada.
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