Bienvenidos a Tierra de Nadie

jueves, 26 de mayo de 2011

EL IDIOMA DE LAS PIRAÑAS

Los huecos me huelen a sal,
los huecos
vacíos, tercos de las manos

el sonido gutural de las cosquillas huérfanas.

Los huecos antes tuyos,
despiadados agujeros vacíos
llenos de viento
se erosionan al paso de los días.

Lo que queda tuyo se va pudriendo
sin remedio,
amenaza la enfermedad
crece altiva,
atraviesa la carne triste y sucia.

Pronto el hueso a la vista
y después nada:

acaso quede el eco vagabundo
voyeur azul del amor caducado

falso testimonio de la arena
en el idioma cruel de las pirañas.

domingo, 22 de mayo de 2011

VERDADES A TROCITOS

Se ha acabado el vino,
en la despensa duermen varias botellas de champán.
Ni siquiera son mías:
sobraron de la fiesta de Nochevieja.
He metido una a enfriar.

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A estas horas podría estar en otro sitio,
en cualquier otro.
Hace un mes me compré una falda
que ahora me queda exageradamente grande;
hoy me he comprado otra
que no voy a estrenar.

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Nada de sexo sucio esta noche.
Nada de ligueros, ni medias,
ni tacones altos.
Por un instante he pensado en tu lengua
descifrando mi boca.
No voy a poder dormir.

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Déjame al menos que me pinte los labios
que no puedo hablar de amor
con la cara lavada.

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Le propuse enrolarnos en la mafia,
comenzar con la tristeza
en la línea del fin del mundo y a destiempo.

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Bajo la ropa aullaba la carne
antes de la salida de los taxis
-tantos amaneceres vi entonces
tras un cristal-
tantas noches sin dormir
en sábanas compartidas sin ser mías
con su olor resbalando aun por mi espalda
hecha enredadera.

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Y es así,
las tardes soleadas ya no son lo que eran
si no vamos tu y yo llenos de lluvia.

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El viento cae con su peso escuálido sobre los párpados,
fríos de esperarte
los besos

sin excusas

los besos
duermen en el mantel lleno de migas

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domingo, 1 de mayo de 2011

MAÑANAS DE MADRID

Destellos rojos.
Tacón de aguja.
Los zapatos de Dorothy duermen en el escaparate,
y ahí se han quedado, una vez más.
“Somewhere over the rainbow”
aplasta mis oídos.

Dudo que este asfalto
tenga un arcoíris de repuesto.

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Vine a buscar la paz a la ciudad del ruido.
Pocas personas entienden
esta necesidad mía de perderme.

Camino.
Camino sin rumbo.

Estas calles con memoria de pez coleccionan huellas.
Mis botas, a fuego, las tatúan.

En plena Gran Vía y tan sola:
no busco, no espero, no pienso.
Tengo la mirada llena de certezas.

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No hay palabras que sirvan
cuando el silencio viene de la piel.

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No escribo relatos porque nunca he sabido ponerles nombre a los personajes.
Para mí siempre son Ella, Él, el otro,
el de la moto.
En la vida real me pasa lo mismo. Las personas que quiero se resumen en Ella, Él, el otro,
y me sobra el de la moto.

En el mismo instante en el que estoy pensando esto pasa junto a mi mesa ese que trabaja en “Cuatro”, el de Fama.
Me mira.
Le miro.

Pena de llevar sólo una cerveza encima, me hubiese gustado hacerle eso del “Boom boom”; pienso que tampoco me acuerdo de su nombre, es el del “Boom boom”, el de “Cuatro”.

Pienso que no recordar nombres es no guardar afectos.

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Y de repente, te sientes sola
y no das las gracias al reino de los cielos
por haberlo conseguido.
Es tan extraña esa sensación.

Vine buscando
cientos de calles donde perderme,
cientos de silencios
y una banda sonora
de fondo, como a contraluz.

Calle Velarde esquina San Andrés,
dos de la tarde
a pleno sol,
29 de abril
y Abril en casa, a cientos de kilómetros de distancia,
seguramente sentada en la ventana
soñando con cazar los pajaritos del tejado.
Ella y yo, a pleno sol, y solas
con el instinto salvaje
latiendo bajo la piel.

Animalitos domésticos
educados y tristes,
tan lejos la una de la otra.

Tan iguales.
Tan distintas.

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Esta ciudad no es mía.
Yo no pertenezco a esta ciudad.
Estar de paso significa robar aire,
devolverlo,
dejar tu aliento libre,

sin asperezas.

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Dice el maestro que
“al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver”.

Ya no caigo en el error,
reciclo mis pasos,
hago transfusiones de miradas.
No me quedo.

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Tres de la tarde.
Sigo en el mismo lugar.
Sólo dos cervezas y a pleno sol.
Me siento mareada, borracha,
integrada en el mobiliario urbano.

Las gafas graduadas me sirven de poco,
las he cambiado por las de sol.
No veo tres en un burro.
Si tuviera cerca a “La Dolores”
me haría el tatuaje sin pensármelo dos veces.
La dejaría elegir.

Ya he hablado con dos franceses
sin saber yo nada de eso,
me piden fuego, una y otra vez.

Soy una hoguera en la terraza.
Fumo y bebo.
Fumo y escribo.
Bebo
y vuelvo a escribir.
Las palabras me arden en los dedos.

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Tiene los ojos tan azules
que en ellos podría salir
el único arcoíris de todo Madrid.

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No he comido nada en todo el día
(muy mal, Isa )
Me he tomado un café enorme, y hoy no ha sido descafeinado.
(muy mal, Isa)
Llevo dos cervezas, y subiendo
(fatal Isa, fatal)
Cada minuto que pasa me siento mejor,
y hoy, sin pastillas
(¿?)

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Ocho mesas.
Siete están ocupadas por parejas, o grupos.
En la que resta
una chica sola:
piel clara,
pelo castaño, hasta la cintura.
Hace un año que no pisa una peluquería.
Le está echando un pulso al abismo

a ver hasta dónde llega…

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Estar de paso significa no dejar recuerdos