No le gusta que escriba.
No le gusta
mi amor
por la palabra y el recuerdo.
No siente mis huracanes,
no quiere conocer
el temblor que me nace en el ombligo
y sube y baja
y me arrebata, de repente,
la estabilidad emocional
y la coherencia.
No entiende mi necesidad.
No entiende mi orgullo.
No entiende mi miedo.
Ni siquiera me lee.
No quiere tener nada que ver
con esto que hago
y que es mi vida.
No quiere saber
que si tuviera que elegir
él saldría perdiendo.
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