
No me importa,
estoy sonriendo.
Bebo, fumo,
follo
-aunque ya no lo hago con cualquiera,
ni embarrada
ni mojada,
ni en los baños de un bar.-
También escribo menos.
Juego
y vuelvo a beber.
Los pantalones me vuelven a quedar grandes.
Regalo poemas hechos de saliva
a orejas con pendientes de madera o de metal.
Los días amanecen
y estoy despierta, de nuevo.
Hago las cosas mal.
No dejo que me quieran
y he encontrado una salida
para esquivar la palabra “amar”.
Hago las cosas mal.
Nada importa:
estoy sonriendo.
Me la vuelvo a jugar.
2 comentarios:
Que guapo. Se te entiende todo todo todo. El final de puta madre, es como volver al principio del poema y así, hasta el infinito.
Y pasa que cuanto una mas se la juega mas se divierte.
Que si hay vértigo? Por supuesto, de eso se trata, no? Si no que gracia tiene?
Besotes desde Oz!
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