Anduvimos por parques leyendo poesía
y en bares de mala muerte tomando café
hasta que un día
me dijiste:
“Voy a desaparecer”
y la cárcel
estuvo dentro y fuera,
en cada rinconcito de esta fría ciudad
también en la mirada inquisidora del psicoanalista
y en el sudor terco del diván
-maldito diván-
Mentiras. Cartas. Tinta.
Sangre resbalando por la piel.
Desaparecer, dijiste.
Y yo
caer
caer
c
a
e
r
Años cambiando los pies de acera
años sin mirar atrás
años
años
sin dirigirnos una palabra…
hasta ayer.
-voy a volver a escribir.
-eso me parece muy bien.
-deberíamos quedar, podríamos tomarnos un café.
-claro, otro día
-estás preciosa…
-venga, Santi, cuídate.