
en el sopor lento del sueño,
quizás debajo de la cama,
acechándome.
Ya toca hacer limpieza,
sacar el aire viciado al viento
y que desaparezcan de aquí los fantasmas,
todo aquello que no jadee
ni se estremezca.
A final
el recuerdo es sólo basura acumulada
que no hace más que apestar
que doler.
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