
Él creía en el amor,
yo,
en la enfermedad que genera.
No supimos ponernos de acuerdo
más allá de nuestras lenguas.
Ni siquiera
el dolor era el mismo:
él no sabía nada de poetas.
Él
que me besaba los ojos
y soñaba con correrse en mi boca,
nunca supo nada de poetas.
Me dejó
hundida en el sudor,
con un reguero de sangre
escribiendo en la memoria
y una mancha de semen
como punto final
a esta historia.
2 comentarios:
parece que perdí el camino , pero un par de polvos...saliva, semen, sudor...en unos versos y más, mucho más...
si hasta Dios te avisa cuando se va a correr...
esta es la jodida Tierra de Nadie!, deja fuera la mierda antes de entrar o aquí dentro doblarás.
sabes mofin?me encantas!
el camino es el mismo, solo hay que saber buscar
te huelo
isa
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