
que te durmieras.
El descanso hace
que las cosas más difíciles
parezcan más sencillas.
En el fondo,
los dos sabíamos
que eso acabaría ocurriendo.
Fingirlo
era una mentira silenciosa,
compartida,
cosas normales de pareja
sin maldad de más,
ni de menos.
Con el punto exacto
que debe tener un asesinato premeditado,
con alevosía.
El cuchillo discreto,
afilado
entre los dientes.
Parecías tan frágil,
tumbado en la cama,
durmiendo.
Pero no te creas
que fue sencillo matarte.
Aún me rechinan los dientes
cuando lo pienso.
Tu pequeño corazoncito
subiendo y bajando,
tan cobarde,
tan tranquilo.
Y el rugido del metal
traspasando la garganta.
Ni siquiera un grito
pude escuchar.
Aún me rechinan los dientes
cuando lo pienso.
Tu corazoncito
bajando
bajando
tan en silencio.
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