
y el tiempo
es un ermitaño
encerrado en el silencio.
No encontramos
un pacto que firmar
en la guerra del mañana.
Llegará
con un fusil entre las manos
arrasando la cordura.
Quedarán rotas
todas las promesas.
Cristales
esparcidos por el suelo
y un reguero de sangre
inundará
palabras,
besos,
poemas.
Todos estaremos muertos
mañana,
pero
no digamos nada aún.
Guardemos
el secreto de las horas.
Dejemos también
a los sueños
la opción de soñar.
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