
lo supe porque me tiñó el pelo
de un vientecillo húmedo y cálido.
Debía de ser extranjero.
Olía a mar y a tabaco de liar.
Por supuesto no le dije nada,
le dejé marchar.
Apenas vislumbré
el contorno de su espalda,
la cascada de raíces
bajando hasta su culo,
fibra bajo el jersey negro
y la chaqueta de pana.
Poca cosa al fin y al cabo.
Quiero pensar que se parecía a mi.
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