
con cuidado de no pisar las lindes
marcadas por la niebla.
La ciudad es gris
y los días pares
duerme
entre susurros;
se vacía poco a poco
de la memoria
inconstante de los transeúntes
surcando mares blanquecinos.
Yo me meto en su espesura,
arrojo piedras transparentes
para no salirme del camino.
Voy y vuelvo
intentando no encontrarme,
respiro el aroma frutal de los estanques
donde duerme la muerte
también entre susurros.
A Palencia
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