Quise aplacar la sed
y encontré un cadáver sin memoria,
un revoltijo de sabanas
a las seis de la mañana
y no estabas tu.
Quise quemar los recuerdos
y mi espejo no me
devolvía la voz,
sólo la imagen
de una nueva Eva sin paraíso.
No había nadie
en mi cama
y dicen en los diarios
que la costumbre
de lo que deseamos
llega demasiado pronto
y no es fácil
volver a reunir las fuerzas
para enfrentarse a la rutina.
Cuatro días viviendo un sueño
que no podía ser real,
había que agotar la magia
el instinto
y recorrer el mismo camino
al revés,
sin que me llevaras del brazo
en el laberinto de ciudad
caminar, retroceder,
aplastar el miedo atroz
a no encontrarte
a mis seis de la mañana
con tu cuerpo a mi lado.
Lo bueno llega demasiado pronto
y no siempre es lo mejor,
pero me bastaba con poder ver
el cielo a través de tu mirada.
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