Nadie supo qué decirme
cuando perdí mi barco,
hundida en el papel
del espejismo
donde me negaba a morir.
Nadie pudo decirme nada
mientras mataba
las cucarachas hechas corazón.
Olvidaron que la palabra
duele menos cuando
está escrita
y grita tormentos
que nunca tienen razón.
Hoy me columpio en la balanza,
la intento poner de mi lado,
traspasar los kilos
que sobran en el plato
donde pesan las derrotas
y los besos saben amargos.
Traspasar y poner a cero
el metro que resucita
a la conciencia
y hace estragos en la mente
de aquellos que lo pensamos.
No hubo nadie,
se olvidaron de nacer,
crecer y morir a mi lado,
traspasar barreras
o escapar juntos de la rutina y el amor,
como hacemos las personas
que a veces cruzamos el estrecho
sólo para sentirnos mejor.
No había
nadie,
no hablaba
nadie,
y fue nadie
quien me puso
un raíl de humo
en la mirada
para que pudiera
sentir,
dormir,
morir
y en alguna ocasión
soñar.
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